Escrito por: Gustavo Vélez
La reactivación productiva y económica para el país es tan necesaria como la responsabilidad misma de proteger la salud y vida de todos los ciudadanos sin excepción. Estas dos premisas han sido el centro de las discusiones en muchos escenarios, tanto técnicos de decisión gubernamental como académicos e informales en la ciudadanía. Lo cierto es que, los dos son complementarios y necesarios, siendo el económico una necesidad para toda familia con altos costos en su recuperación, pero la salud es un derecho, que al perderla no hay una segunda oportunidad.
Los mandatarios territoriales están sometidos a difíciles decisiones entre economía, asistencia humanitaria y salud, y cual sea la opción propuesta, siempre estará sometida al beneplácito o a la crítica, al acierto o al fracaso; en todo caso la misma crisis económica y social creada por la pandemia, su salida o forma de resolverla tendrá que ser un referente para salir de futuras crisis, en la cual se tomen las mejores buenas prácticas que a lo largo y ancho del país algún mandatario, empresario o ciudadano implementó para ayudar a su comunidad.
Desde la perspectiva de las cifras, es imprescindible contar con el conocimiento general por parte de los ciudadanos sobre los indicadores económicos presentados oficialmente por las autoridades en esta materia, así como de las cifras proyectadas por las diversas fuentes nacionales e internacionales, ambos, como elemento de análisis básico para determinar al interior de los hogares y empresarios sobre la certidumbre en la consecución y uso de los ingresos a todo nivel.
Para el principal indicador de referencia como lo es el PIB (Producto Interno Bruto), en el mes de junio el Banco Mundial proyectó para Colombia una reducción al menos 4,9% al finalizar el 2020; la Cepal por su parte, al mes de julio estimó una reducción en el PIB del 5,6% (en el mes de abril estimó una reducción del 2,6%); el BID en su propio cálculo estimó para el país una caída de hasta el 5% similar al cálculo de Fedesarrollo (estimado en el mes de abril).
En los cuatro casos, el escenario esperado al finalizar el 2020 es dramático y poco alentador para lo que esto significa en perder los avances obtenidos en las últimas tres décadas sobre la reducción de la pobreza, al igual que en el aumento de la clase media. Es decir, que la disminución en la demanda y la caída en la producción tendrá una lenta recuperación una vez se normalicen las actividades productivas, quedando marcados rezagos en los sectores poblacionales más vulnerables, estimación que podría llegar al 14,3% (CEPAL 27 de julio) perdiendo más de 3 puntos porcentuales comparado con la tasa de 2019 que cerró en el 10,9%.
Respecto a la tasa de desempleo, al mes de junio el DANE reportó un aumento en 10 puntos porcentuales, pasando del 9,4% al 19,8% nivel que puede mantenerse en similar porcentaje al finalizar el 2020 según estimaciones de la OCDE, que proyecta perderá 7,5 puntos porcentuales. El Banco de la República publica en el informe del mes de abril que el desempleo según estimaciones promedio de los principales bancos nacionales será del 19,8% y decrecimiento del PIB en -2,2%, con un potencial mejoramiento para el 2021 con un crecimiento del 4,1%.
Aunque las cifras son reveladoras para los gobiernos territoriales y propios empresarios, estas deben ser una clara referencia para la toma de decisiones en la implementación de programas sociales, económicos y de inversión; en consecuencia, la necesidad de reactivar los sectores productivos implicará una apuesta con altos riesgos políticos y económicos, amparado en la buena intención de retomar el rumbo hacia la normalización del mercado de bienes y servicios, tanto en producción (oferta) como en demanda, en ambos casos con el interés de beneficiar los ingresos de empresas y familias. Sin embargo, es inminente el riesgo de una segunda ola con mayor repercusión en contagios, lo implicaría según el Banco Mundial que, si esto sucede Colombia podría estar expuesta a una contracción de la economía de menos 9% en el PIB. En tal sentido, sin protección a la salud, la economía no avanza; es decir, la reactivación es posible con aseguramiento en salud.
De manera particular, el sector salud como eje central del presente magazín, podría considerarse como un sector determinante y primer eslabón en la recuperación económica. Esto significa que salud y economía son interdependientes, buena salud – mejor economía; y en un plano secuencial de derechos, ubicamos la salud y la educación en el constitutivo de un posible axioma, “más educación – mejor salud – mayor desarrollo”.
En términos de desarrollo empresarial, es importante reconocer la relación natural entre sectores productivos y estos a su vez con el sector salud desde la perspectiva del bienestar ocupacional y laboral, siendo este sector uno de los más vulnerables en el ámbito financiero, donde se ha vuelto común enfrentar crisis detrás de otra crisis; y en el marco de la actual pandemia, paradójicamente los demás sectores avocan por una el fortalecimiento del sector salud, la protección al sistema y la eficiencia en la prestación del servicio; el cual es un clamor para evitar que la economía sufra serias afectaciones de difícil recuperación (como ya se ha evidenciado), siendo necesario la aplicación de medidas efectivas que logren sostener el sistema salud, y este a su vez transmita confianza a la recuperación y sostenibilidad de las actividades económicas.
Lo anterior, es una simple descripción de la necesidad de reactivar sectores de la economía con el convencimiento de la aplicación de buenas prácticas (protocolos) y serias medidas de protección a la salud, velar por la clase trabajadora con alta vulneración a la exposición de la pandemia; que de lo contrario, genera efectos negativos en la productividad, en los costos de las empresas, en la producción, en los ingresos de las familias; y esto a su vez, en la contracción de la demanda y en general en el mercado.
Si los empresarios se toman en serio el cuidado a la salud, es posible reaccionar a las oportunidades que, en materia de producción (oferta), la misma crisis de pandemia ha dejado al descubierto, como son los nuevos hábitos de consumo y la reconfiguración de las cadenas de valor. El primero, sobre la demanda de bienes y servicios con influencia en el concepto de salud, del autocuidado, de la protección del individuo, de la cercanía a la familia y del respeto con la sociedad. Esto obliga, a los segundos a desarrollar nuevas y mejores relaciones con el ambiente, con el origen de las materias primas, con el relacionamiento de sus proveedores, con el uso de la tecnología o la optimización de las operaciones logísticas. Incluso en algunos sectores productivos, está la oportunidad de crear capacidades para competir con algunas importaciones, en respuesta a dos realidades, por un lado, a las afectaciones en las cadenas mundiales de suministro, las cuales podrán demorar varios años para restablecer normalidad; y por el otro lado, al llamado nacionalismo por el compre local, que ha sido bandera en muchos territorios.
En síntesis, se identifican las conexiones directas entre los sectores productivos y la salud, y la responsabilidad que implica el tomar decisiones en un proceso de reapertura de todas las actividades productivas, tanto en las empresas de cualquier tamaño como en los gobiernos a todo nivel, que permitan una reactivación y crecimiento económico con la premisa proteger la salud y la vida.
