Por: Gustavo Vélez
Durante los últimos tres años, como ya es conocido el resultado final de la actividad productiva de las empresas residentes en el país, denominado el PIB (producto interno bruto), ha presentado en su conjunto de sectores una tendencia positiva, llegando al cierre en el año 2019 del 3,3%, que es el mejor resultado desde el 2014.
Los sectores que jalonaron el crecimiento de la economía en este último año fueron el sector financiero (5,7%), el comercio al por mayor y al por menor, transporte, alojamiento, los servicios de comida (4,9%) la administración pública y defensa, educación y salud (4,9%), aunque los resultados de los demás sectores productivos presentaron cifras muy bajas, éstas fueron positivas, con excepción de la construcción que llegó a -1,3%.
En todo caso, el empresario es consciente que, para mejorar estos indicadores, se deben mantener procesos de mejora continua para lograr ser más productivos y competitivos, en respuesta a un mercado, que demanda mayor diversificación y sofisticación en los bienes y servicios que se producen.
Consecuente con ello, los retos para mejorar la producción con competitividad, ha implicado durante las últimas tres décadas (presionados con la apertura económica) diversos esfuerzos; por un lado, el empresario que invierte recursos propios y de terceros (créditos) para sostener una decidida mejora continua en la capacidad instalada; por otra parte, los esfuerzos del sector gobierno en diferentes niveles que buscan proveer bienes y servicios públicos, necesarios para habilitar condiciones de mercado a disposición de los sectores productivos; y no menos importante, los recursos destinados por las instituciones académicas y de cooperación internacional que han contribuido en la transferencia de conocimiento hacia las apuestas productivas priorizadas en cada una de las regiones.
Sin embargo, con la llegada del Coronavirus Covid-19 y medidas adoptadas de aislamiento preventivo obligatorio para preservar la salud, estos esfuerzos y el camino adelantado han perdido el impulso con alto riesgo de retroceder en los indicadores que ya presentaban señales en el mejoramiento productivo, quedando descarrilado la dinámica de la producción nacional; y con ello, consecuencias negativas para el empleo y disminución en los ingresos.
A pesar de las medidas tomadas por el Gobierno nacional para mitigar la crisis y ayudar a los empresarios – aunque sea producto de la fuerte presión de los principales gremios y mandatarios regionales de país -, es inevitable la contracción de toda la economía, con innumerables pérdidas para los sectores productivos.
Lo anterior ha generado una gran incertidumbre sobre la forma de reactivar la demanda con la reapertura autorizada de los sectores. Por un lado, los empresarios estarán afectados por falta de liquidez (y con aumento de deudas) para asegurar la prestación de los servicios con exigencias de calidad, de otra parte, la demanda estará movilizándose de forma lenta debido a las prevenciones de la población por la continuidad de la emergencia sanitaria. Ante este preocupante panorama, las empresas están obligadas a ser resilientes para enfrentarse a los desafíos de una nueva condición de mercado, el Covid-19 obligó a pensar en alternativas comerciales y de acceso al mercado, igualmente a descubrir las oportunidades poco explotadas con las nuevas dinámicas de consumo y la provisión de los bienes y servicios, a partir del uso y aprovechamiento de las tecnologías, la especialización de servicios, la cualificación de la mano de obra, la reconversión de la capacidad de operativa instalada, el apalancamiento con las redes de apoyo, el trabajo colaborativo con empresas entre o del mismo sector; en conclusión, los modelos de negocio deberán evolucionar de forma rápida haciendo equipo con las empresas afines y cercanas a su cadena de valor.
Se trata de retomar el camino sin disminuir el esfuerzo, siendo conscientes que el escenario próximo a nivel país no es muy favorable, con un endeudamiento externo cercano al 60% del PIB, un déficit en el gasto público que superaría el 7%; con disminución de las transferencias de divisas recibidas por los nacionales en el exterior, con menos oferta de recursos de la cooperación internacional por las entendibles prioridades de protección en las propias economías desarrolladas. El primer trimestre del año, como lo reportó el DANE ya está mostrando signos de la mala situación que enfrentan los sectores productivos, como la manufacturas con decrecimiento al menos 10,4%, comercio al por mayor y por menor del menos 12,7%, actividades financieras de menos 7,9%, actividades artísticas y de entretenimiento de menos 11,6%, y los demás sectores con las mismas tendencias negativas. Indicadores que pueden seguir en continuo deterioro, según las proyecciones reportadas por los centros de pensamiento económico nacionales como internacionales.
En teoría, para un empresario es una simple decisión de actitud que lo obliga a poner en funcionamiento sus factores de producción al proceso de la “innovación” y la dinámica de la “reinversión” (repensar el negocio), lo cual es posible cuando hay mayores condiciones y capacidades financieras para aguantar ante la caída de las ventas e ingresos; pero qué hacen las pequeñas y microempresas, y qué decir de los emprendedores con desventajas o ventajas de adaptación, donde cada uno recibe las ayudas y estímulos económicos con diferente “oportunidad”, lo que hace que cada empresa bajo sus propios instintos deba contar contar con la resistencia, la actitud, el conocimiento y los recursos que hagan posible materializar una nueva forma de negocio.
Sobrepasar el puente provisional de la crisis económica en el país y que padece el resto del mundo, requiere de la protección a la base productiva nacional más vulnerable, configurada en la pequeña y la microempresa (alrededor del 95% del total de las empresas del país), con medidas – en ambos lados de la estructura del puente – que sean rápidas sin vacilaciones, ante el deterioro de los factores de producción en especial la mano de obra para sostener los puestos de trabajo, y el capital que es limitado y está soportado en el patrimonio familiar de los empresarios y en la financiación con entidades legalmente comerciales y otras no formales. Es decir, que los esfuerzos y la actitud de los empresarios impulsados por la creatividad, la innovación o la denominada redefinición de los modelos de negocio, no son suficientes sin el debido acompañamiento de los gobiernos nacional y territorial, de los gremios de la producción, del sistema financiero racional con las necesidades de los empresarios más vulnerables, y de la población en general para reactivar la demanda.