El conocimiento debe su esplendor a una característica inherente del ser humano, la curiosidad. Desde que el hombre se preguntó los porqués de su entorno, entró en una cadena infinitamente angustiante y autocomplaciente en la cual se propuso descifrar el funcionamiento de la naturaleza, su devenir emocional, su insistente intención de transformar los discursos, los objetos para mejorar sus condiciones de vida, y sobre todo, lograr su comodidad.
¿Qué hace que el ser humano se pregunte sobre el porqué?
Pero ¿qué hace que el ser humano se pregunte sobre el porqué la materia que lo rodea, funciona así y no de otra manera? Porque sabe que puede morir, y como es un ser de costumbres, le es difícil aceptar que en algún momento deberá desprenderse de lo que ha oído, olfateado, saboreado, observado y sentido. Y lo peor de todo, no sabe cuándo ocurrirá ese momento. Es así como, se instaura en él el principio de la incertidumbre, que en una afortunada relación, se relaciona estrechamente con la curiosidad, a lo que el conocimiento le debe todo su desarrollo, categorización y trascendencia en la historia de la humanidad. El origen del conocimiento pues, se debe a la curiosidad del ser humano desarrollada por la incertidumbre a la muerte.
El ser humano es también un ser inconforme, lleno de dilemas epistemológicos sobre el placer y el deber. Es decir, no sólo se ha sumergido en la idea de saber cómo funciona el mundo, sino que lo ha ido transformado a su medida, para su comodidad. El desarrollo del mundo tecnológico, nuestro mundo actual, tiene su razón de ser en el conocimiento científico; que no es un conocimiento estático y perezoso, sino, uno tan dinámico y vivo, que se reta a sí mismo para probarse, verificarse, transformarse, y hasta anularse, todo con el fin llegar a una verdad (que es más o menos definitiva hasta que no se demuestre lo contrario)
“La proyección del conocimiento es la ciencia”
La proyección del conocimiento es la ciencia, y ya sea formal, fáctica o humana, todas las ciencias son solo diferentes maneras de explicar al ser humano la razón de vivir y “desarrollarse” en el mundo, como la misma naturaleza lo ha hecho a través de los milenios.
Las diferentes clases de conocimiento
Las diferentes clases de conocimiento no son más que diferentes maneras de explicar el universo al hombre, para hacerlo sentir cómodo consigo mismo en el sentido que, le brinda una variedad de explicaciones de un mundo en el cual habitará y del cual, en cualquier momento desaparecerá, con su muerte; insignificante para la majestuosidad de las montañas que ha visto, las flores que ha olido, los pájaros que ha oído, el agua que ha sentido, y la fruta que ha saboreado. Todas las teorías, leyes, creencias, ideas, en las que puede fundamentarse un ser humano es la manera de estar un poco más cómodo en esa constante e inevitable incertidumbre, y esto es solo una forma más de no navegar “tan a ciegas” en un universo indescifrable que el hombre sólo ha logrado “domar” a través de las categorías científicas, religiosas, artísticas, fenomenológicas que le ha atribuido. Dando como resultado el mundo que hoy tenemos, el del conocimiento científico.